Se juntaron el espíritu aventurero y la inexperiencia para conjuntar una gran aventura de kayak y canoa.
Los Cocoones de SLP, aficionados a explorar nuevos ríos, fraguaron el plan de descender el Valles desde el Parque Donaldo Colosio hasta el pueblo del Pujal. La mera huasteca potosina.
Recién inaugurados en el deporte del kayak de mar, consideraron que era propicio para esto, sin saber a qué rápidos, caídas de agua, y torbellinos nos enfrentaríamos.
Espíritu aventurero mata prudencia. Así se armó la expedición.
Tuvimos el gran honor de que nos llevara al sitio de embarque el gran pintor Huasteco Fernando Domínguez (QEPD) con su hijo. Fue un gran honor haberlo conocido y admirar algunas de sus pinturas.
Éramos 6, Eduardo Narvaez (Gualo) y Pabl en una canoa, Goyo y Darío en otra. En dos kayaks Performa, los dos tocayos, Rafael Esparza y un servidor. Los 4 primeros, viejos lobos de río, expertos en manejar canoas en aguas agitadas, y nosotros novatos en el manejo del kayak y muy ilusos de que donde podían las canoas podíamos nosotros. Nuestra afición por el kayak no veía límites.
Nótese que llevábamos equipo de campamento, comida, agua, etc. acomodado entre los espacios de las canoas y los compartimentos de los kayaks. Nos tocó de todo. Secciones largas de agua plana donde los kayaks avanzábamos más rápido, y paisajes de aguas de un azul turquesa solo visibles en la huasteca y paraísos como Cancún y el Mar de Cortés. Otras secciones mas encañonadas donde la naturaleza jugó a hacer losetas de piedra casi perfectas colocadas una sobre otra en las paredes y el fondo. Le llevó millones de años de construcción con cortes precisos entre una y otra. Están allí para recogerlas y decorar muros y fachadas.
Nos tocaron rápidos de diferente dificultad. En algunos nos parábamos y los explorábamos antes de aventurarnos, y ya pasaba uno por uno. Otros los tuvimos que bordear a pie al juzgarlos impasables, pero el tiempo fue corriendo y se hacía de noche y no llegábamos al destino. Decidimos que de allí en adelante todos los rápidos serían navegables.
En algunos rápidos con vuelta se aplicaba la destreza al máximo. Una canoa se pasó y se quedó haciendo trompo en un remolino. A mí, un rápido me metió entre los matorrales y la fuerza del agua no me permitía ir en reversa para liberarme. Poco a poco y con miedo de voltearme lo fui logrando, mientras Pablo estacionó la canoa y vino por tierra. Ya me acababa de soltar y entré al rápido para encontrarlos del otro lado.
Ya anocheciendo terminamos con frío en el punto de reunión, en el pueblo de Pujal. Los últimos kms se me hicieron eternos. Perdí control de mi bote que no obedecía los cambios de dirección y pesaba mucho. Resulta que una piedra que rasuré, rompió el casco en la proa, y se llenó de agua. Pero lo peor es que traía un sleeping bag de pluma que la absorbió toda y aumentó el peso- La punta iba como periscopio de submarino.
Pero, si se pudo. Lo logramos. 30.5 kms en casi 10 horas por lo complicado de los rápidos y caídas de agua. No podremos olvidar esa exploración de curvas que nunca se acababan, y a cada esquina un nuevo reto. Ya van 18 años y todavía la saboreamos.
Esa noche dormimos como troncos, pero Darío como buen huasteco, muy temprano fue a despertarnos para darnos un tour por su querida tierra.
Claro, como era de esperar lo primero que hizo fue llevarnos a desayunar, por supuesto al mercado y agasajarnos con los bocolitos, las enchiladas huastecas y la famosa sacahuil. Tras este suculento desayuno nos llevó a conocer la cascada del Salto. Según él es una de las cascadas más hermosas de la república. Pero que desilusión nos llevamos. Solo encontramos una pared como de 70 metros, toda desnuda, y en su base varias posas con agua estancada de color obscuro y olor fétido. Luego nos llevó caminando a través de una vereda hacia la parte alta de la cascada, y allí si había un río de aguas azul turquesa, pero desviado hacia una represa construida por manos humanas, para aprovechar el agua en una hidroeléctrica. Afortunadamente, después de pasar por las turbinas, el agua es regresada al río, dónde continúa su curso, y bajando entre varias pequeñas caídas de agua, vuelve a engrosar su caudal y firma la no menos hermosa cascada del Meco.
Gualo me dijo que esto era solo una pequeña muestra del paraíso huasteco, así que me quedaron ganas de regresar. Y si tenía razón, pues recorrimos en compañía de los Cocoones, el no menos hermoso río Coy y claro, la espectacular cascada de Tamul.
Rafael Mier y Eduardo Narváez,
Cayucochief y Gualo,
Agosto 2022.
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